Esta es una historia que leí hace muchos, pero que muchos años, tantos que ni tan siquiera puedo recordar en que libro y mucho menos de que autor. La he explicado centenares de veces e incluso alguno de sus párrafos los he empleado en alguno de mis libros, pero permitidme que en esta ocasión la explique con un poco más de detenimiento.
Era la primera hora de la mañana; como cada día la tribu se había reunido para rogar que la jornada que empezaba fuera prolífera en la caza, que nos les faltara el agua cristalina ni los peces de aquel río cercano a su poblado.
Con los brazos tendidos hacia el cielo, de rodillas ante la hoguera, el cuerpo cubierto por un diminuto taparrabos y pinturas de llamativos colores, que para nada escondían que se trataba de una persona de avanzada edad y la cabeza cubierta con una corona de plumas de vistosos matices. De su vieja garganta apenas podía escucharse un cántico monótono que cual plegaria dirigía hacia los cielos, rodeado de mujeres y hombres con sus cuerpos casi desnudos y niños y niñas con total desnudez. Algunos de los hombres también lucían pinturas en sus caras y largas lanzas en sus manos mientras que las mujeres, dependiendo de su estado tenían diferentes pinturas en su frente, todo dependía de si tenían amo, lo habían tenido o simplemente jamás habían pertenecido a varón alguno.
Repentinamente un gran estruendo se pudo escuchar en el cielo, algunos pensaron que se trataba de un trueno, pero no había ni una sola nube en el cielo; pronto quedaron sorprendidos al ver sobre sus cabezas, allí en lo más alto, un gran resplandor descendiendo en caída libre hacia un lugar no demasiado lejano de donde ellos se encontraban. Un poco más lejos una figura reluciente que parecía colgar de una extraña nube descendía suavemente en la misma dirección que el extraño resplandor.
Quedaron mirándose los unos a los otros con cara interrogante para terminar centrando sus miradas al que parecía ser el chamán de la tribu esperando que éste se pronunciara sobre lo que acababan de ver. Este se quedó mudo durante unos instantes tras los cuales tomó una bolsita que colgaba de la cinta que sujetaba el taparrabos y lanzó su contenido sobre la hoguera. Una columna de humo amarillento se izó hacia el cielo. El chamán removió el fuego con su largo bastón esculpido como si de una serpiente se tratara consiguiendo un fuerte fogonazo que hizo retroceder a los presentes mientras contemplaban como la columna de humo cambiaba de color y se hacía más intensa.
-El Cielo ha hablado. – Dijo el chamán
Cuando consiguió tener la atención de toda la tribu prosiguió:
-El cielo ha hablado; nos ha enviado una clara señal y debemos seguirla y encontrarla. – Prosiguió mientras se levantaba apoyándose en su báculo.
Hasta donde estaba el chamán se acercó un joven que, a diferencia del resto, lucía una capa de piel de un enorme Jaguar, que le distinguía como jefe de la tribu, honor conseguido gracias a su habilidad, destreza y fuerza en el combate. Durante unos minutos estuvieron debatiendo entre ambos sobre que debían hacer. Por fin el jefe acabó consintiendo y haciéndose a un lado dejó que fuera el chamán quien se dirigiera a la tribu:
-Unos guerreros me acompañarán hasta el lugar donde se ha caído un trozo de cielo para ver cual es el mensaje que éste nos envía.
Varios de los hombres que portaban lanza se equiparon con arcos y flechas, así como de víveres pues no sabían cuanto tiempo estarían fuera. Cuando todos estuvieron pertrechados comenzaron su caminata hacia el lugar donde habían visto caer el extraño fenómeno, lugar del que ahora aparecía una intensa humareda negra. El resto de la tribu les hizo un pasillo para que pudieran desfilar entre los cánticos que todos entonaban con el mejor de los deseos para la búsqueda que recién iniciaban.
Habían transcurrido ya dos días y la columna de humo negro ya se había disipado, pero el chamán parecía estar muy bien orientado del rumbo que debía seguir. Efectivamente, llegaron hasta un lugar donde aún había pequeños resquicios de fuego ya extinguido. El chamán hizo un gesto indicando a los guerreros que le seguían que se pararan, agazaparan y escondieran para evitar ser vistos.
Ante sus ojos un gran objeto brillante, más brillante que algunos de los abalorios que lucían sus mujeres. Aquel extraño objeto tenía dos enormes ojos que reflejaban los rayos del sol.
A pocos metros del extraño objeto una forma humanoide que brillaba casi tanto como el extraño cuerpo permanecía sentada de tal forma que no podía ver al chamán que no paraba de observarle atentamente. La curiosidad del indígena fue en aumento cuando observó que aquel enigmático personaje caído del cielo conseguía sacar fuego de un pequeño aparato que tenía entre sus manos y que acercándolo a otro artefacto conseguía que este se encendiera cual pequeña hoguera sobre la cual depositó algo parecido a una cazuela de las que ellos utilizaban para cocinar, pero de tamaño más reducido y también brillante como el extraño objeto de grandes ojos. El enigmático humanoide depositó dentro de la cazuela algo que estaba dentro de un recipiente con dibujos. El olor que salía de aquella extraña y pequeña cazuela hizo babear al chamán que después de tan largo viaje apenas había probado bocado.
Estaba el chamán dudando si atacar a aquel personaje para arrebatarle tan oliente manjar y sus mágicos artilugios cuando de un lugar no muy lejano se pudo escuchar una voz que hablaba un idioma que él no entendía. El resplandeciente ser caído del cielo se acercó hasta el lugar donde se escuchaba la voz y comenzó a hablar la misma lengua desconocida. Pero allí no había nadie más, para cerciorarse que así era, el chamán cambió de lugar para poder observar con quien estaba hablando el extraño ser, pero efectivamente pudo comprobar que nadie había, tan solo una caja con lucecitas parpadeantes y de la cual parecía salir la misteriosa voz.
Tanto el Chamán como los guerreros que le acompañaban estaban cada vez más y más extrañados con lo que estaba aconteciendo hasta tal punto que uno de los guerreros intentó acercarse muy sigilosamente hasta el lugar donde antes estuviera comiendo aquel extraño ser; pero quiso la mala suerte que el aroma del rico manjar atrajera a una temible fiera que procedió a lanzarse sobre el indígena, pero el fantástico personaje empuñando un arma que llevaba colgando de un cinturón lanzó un rayo que fulminó a la fiera que cayó fulminada. Sin pensárselo dos veces el guerrero huyó despavorido sin saber si el miedo era por haber sido atacado por aquella fiera o por el ensordecedor ruido del rayo lanzado por el extraño ser.
Ante la huida de aquel guerrero, los demás decidieron imitarle quedando únicamente en aquel lugar el chamán que estaba bien escondido y podía seguir observando todo cuanto acontecía alrededor del fantástico ser y el objeto brillante con ojos.
Empezaba a anochecer, el cansancio empezó a apoderarse del chamán el cual comenzó a dar cabezadas por el sueño; el resto de guerreros habían acampado a varios metros del lugar, pero sin atreverse a acercarse más, simplemente esperaban por si el chamán regresaba y acompañarle a su aldea. Repentinamente un extraño rugido que iba aumentando hizo que todos miraran hacia el cielo para averiguar de que se trataba; un extraño pájaro sin alas se acercaba cada vez más y más hacia aquel lugar mientras su incesante ruido se volvía cada vez más fuerte. Cuando estuvo sobre el lugar que estaba observando el chamán se quedó inmóvil en el cielo, su color grisáceo con símbolos en los laterales resaltaba sobre aquel cielo tan azul, unas luces parpadeantes podían verse en lo que seguramente era su cola; bajo el temible animal una fuerte ventolera hacía moverse las ramas de los árboles. Del interior de aquel extraño pájaro descendió una liana a la cual se sujetó el extraño personaje brillante ascendiendo hasta llegar a la panza del temible pájaro gris. Una vez conseguido su objetivo el pájaro gris sin alas levantó el vuelo desapareciendo de la vista.
Cuando el chamán regreso junto con los guerreros al poblado reunió a toda la tribu para intentar explicar lo que habían podido ver: Un ángel del cielo les había visitado, y hablaba con los dioses en una lengua que nadie entendía, comía ricos manjares sacados de la nada que cocinaba en un fuego mágico; poseía de una maravillosa arma que lanzaba mortíferos rayos, pero fue tragado por un enorme pájaro gris sin alas que tras engullirlo alzó el vuelo rugiendo y levantando una gran ventolera. Debían agradecer a los dioses el que les permitieran seguir viviendo y estipuló que periódicamente debían peregrinar hasta el lugar sagrado donde quedaban aún los restos de tan milagroso acontecimiento.
Esto que para aquellos indígenas fue un hecho inexplicable mágico e incluso milagroso, para mí no sería más que algo muy natural: Simplemente un caza de algún ejército tuvo un accidente en el aire cayendo en plena selva, no sin que antes su piloto con uniforme plateado pudiera saltar en paracaídas y llegar hasta los restos de la nave, de la cual solo podía verse la cabina con sus dos ventanillas. Allí pudo obtener un kit de supervivencia con comida enlatada y probablemente algún fogón de gas que encendió mediante un simple mechero. Cuando estaba acabando de comer le llamaron por la radio para pedirle su ubicación y notificarle que en breve procederían al rescate. Quiso la buena fortuna que el piloto, con su pistola al cinto, supiera reaccionar a tiempo para abatir a la fiera que estaba dispuesta a acabar con la vida del curioso guerrero con un certero disparo que derribó al animal. Poco después el helicóptero gris con su matrícula inscrita en los laterales llegó al rescate del piloto partiendo hacia la base.
Cada uno es libre de darle a estos hechos la explicación más oportuna o que mejor encaje a sus creencias.